1984 - George Orwell

Sinopsis e información del libro haciendo click en la portada
En 1984, Londres es una ciudad diferente a la que conocemos hoy en día. Pertenece a un superestado conocido como Oceanía y se encuentra bajo el régimen totalitario del Partido y el Hermano Mayor. Winston se ocupa de reescribir la historia para que corresponda a la versión actual que dice el Partido, pero últimamente le asaltan dudas respecto a la idoneidad de la realidad que vive y decide tomar acciones contra el gobierno. ¿Tendrán el resultado esperado? En esta reseña te lo cuento, y además destaco algunos elementos importantes de este fantástico libro.


La historia de 1984 se desarrolla en un mundo diferente al que conocemos hoy. Se trata de un ambiente distópico dividido en tres grandes superestados: Esteasia, Eurasia y Oceanía, cada uno formado por la agrupación de algunos países actuales, sin que se corresponda a los continentes. Los tres superestados se diferencias en pocas cosas como la denominación de sus líderes, movimientos políticos y límites geográficos. Todos son gobernados por dictaduras férreas que les garantiza la protección y defensa de sus intereses debido a la guerra constante que se libra entre los tres ellos. Por supuesto, durante la lectura se descubre que tal guerra es sólo una herramienta de manipulación y control sobre la población, con el propósito adicional de asegurarse en el poder de su territorio.

Eslóganes del Partido
En uno de esos superestados, específicamente en Oceanía, se desarrolla la historia. Allí viven bajo el mandato del Partido y del Hermano Mayor, figura que adoran como si se tratase de un semidios. La sociedad es jerárquica y existen tres grupos sociales claramente definidos, con derechos y obligaciones distintos: el primero es el Partido Interior, proporción menor de la población que goza de poder, beneficios y capacidad de decisión, y son los más cercanos al Hermano Mayor; el segundo, el Partido Exterior, está formado por todos aquellos que trabajan en las instituciones públicas, realizando además actividades en pro del Partido y promoviendo sus logros, y sobre quienes recaen los peores y más rígidos controles; y, finalmente, los proles, donde se incluye casi al 80% de la población de Oceanía, son considerados inferiores, despreciables, sólo un medio para un fin (los garantes de la perpetuidad del Partido y el Hermano Mayor en el poder). 

Existe un movimiento opositor al Partido conocido como la Hermandad, dirigido por el Enemigo del Pueblo, Emmanuel Goldstein, y que constantemente es utilizado para despertar el rechazo, odio y repudio de la población hacia todo aquello que esté en contra del Partido. Esta es una organización secreta de la que todos hablan y a la que temen, pero nadie conoce a ciencia cierta, más allá de lo que dice el Partido públicamente al condenarle. Quienes sean sospechosos o se asocien con la Hermandad sufrirán los peores castigos por considerarles traidores de la patria.

El protagonista de la historia se llama Winston. Trabaja en el Departamentos de Archivos del Ministerio de la Verdad rectificando documentos, periódicos y demás publicaciones para que se correspondan con lo dicho recientemente por el Partido; de esta forma, se destruye toda evidencia del pasado y se logra alterar la realidad a conveniencia del gobierno. 

Winston es un hombre de unos cuarenta y tantos años aproximadamente, que durante su infancia vivió con su familia la transición del mundo “normal” al que vive ahora bajo el control del Partido. Desde el inicio de la historia somos partícipes del conflicto que experimenta Winston, cuando sus recuerdos confusos le hacen cuestionarse la forma en la que vive.

Su convicción de que el Partido ha corrompido todo, alterando la realidad a su conveniencia, y de que puede existir un mundo diferente si se les derrocase le hacen cometer pequeñas acciones “rebeldes”, consideradas como crímenes del pensamiento. Se acerca a la zona de los proles, compra un diario en el que escribe sus dudas y reflexiones, conoce a una chica, Julia, con quien mantiene una relación afectuosa, e intenta conspirar contra el Partido al dar con alguien que cree pertenece a la Hermandad.

Dos eventos simultáneos acercan a Winston a su perdición: la primera, la relación clandestina con Julia que les lleva a frecuentar la zona de los proles y a pasar mucho tiempo en el mismo escondite (la habitación del Sr. Charrintong, el dueño de la tienda de antigüedades donde Winston compró el diario); y la segunda, su contacto con O’Brien, miembro del Partido Interior quien le hace creer que pertenece a la Hermandad, y a quien le confiesa abiertamente su deseo de trabajar en contra del Partido.

Winston siempre supo que, tarde o temprano, pagaría sus acciones rebeldes de la peor forma: con su vida. Sin embargo, esto no lo hizo desistir en su empeño por cambiar la realidad, y la facilidad con la cual le sucedían las cosas, aunado a la aparente impunidad de la que parecía gozar, le hicieron confiarse. Una tarde, mientras hablaba con Julia en la habitación del Sr. Charrintong, son descubiertos y detenidos. Trasladan a Winston al Ministerio del Amor, donde le torturan física y psicológicamente con la intención de “curarle” de su rebeldía. Winston lucha por no dejarles controlar sus pensamientos y mantener sus ideales, pero después de muchas sesiones de maltrato, de doblepiensa (la lógica cuestiona la lógica) y de enfrentarse a su peor fobia, se quiebra y cede. 

Así, el protagonista pasa de ser un miembro del Partido Exterior a algo parecido a un espectro, cuyos días transcurren entre el trabajo, la ginebra y los crucigramas. En su interior sólo queda la firme convicción de que el Partido es la única y mejor solución a los problemas, y que su empresa fue, desde siempre, una locura. 

Bueno. Para quienes han vivido o conocen de qué va un sistema gubernamental totalitario, este libro es un espejo de las prácticas que se emplean. Describe con espeluznante precisión la forma de vida que fomentan, la comunicación que utilizan, la manipulación psicológica y las tácticas de miedo que infunden en sus pobladores. Todo ello con la intención de perpetuarse en el poder, porque más allá de cualquier beneficio económico lo verdaderamente atrayente es el control total sobre la vida, los pensamientos y las acciones de muchas personas. El entendimiento de este tipo de sistemas totalitarios es tal que la lectura transmite agobio, frustración, desesperanza y finalmente aceptación, lo mismo que experimentan quienes viven regidos por estos tipos de gobierno. 

Por otra parte, la estructura del libro facilita la comprensión de la historia: la primera parte puede considerarse introductoria, donde se describe el mundo ficticio creado por Orwell para que se entienda su funcionamiento y la manera en la que viven los ciudadanos de Oceanía, incluido, por supuesto, nuestro protagonista y el conflicto que sufre con su realidad. La segunda parte es de esplendor, donde se ilustra la relación clandestina entre Winston y Julia, cómo ellos se saltan las normas y “vencen” los controles del Partido, mientras que se corroboran las sospechas de Winston sobre O’Brien y su conexión con la Hermandad; además, ambos comprenden las verdaderas intenciones del Partido y aceptan sin titubear el deseo que tienen por conspirar en su contra. La tercera parte es de destrucción, donde todas las ilusiones, relaciones y creencias forjadas durante las dos primeras partes son aniquiladas, una a una, hasta convertirse en el recuerdo de actos rebeldes sinsentido; se cierra el ciclo, las dudas se destruyen y sólo queda el amor por el Hermano Mayor. El Partido siempre gana, siempre.

Aparte del protagonista, existen dos personajes clave: O’Brien, quien pertenece al Partido Interior y cuya especialidad (descubierta hacia el final del libro) es detectar a aquellos con potencial para cometer crímenes del pensamiento con la intención de encarrilarles al modo de vida aceptado y promovido por el Partido. Es un fiel creyente del Hermano Mayor, no duda jamás de su liderazgo y sus buenas intenciones, y cuyo comportamiento real es el de un obsesivo demente. Por otro lado, Julia, personaje típico de los sistemas rígidos, es una chica de pensamiento práctico que carece de interés por comprender la doctrina del Partido, pero que se comporta como un modelo de ciudadano, cumpliendo con lo que se espera de ella. Sin embargo, sabe burlar al sistema para saltarse las normas y hacer lo que desea.

Julia y O’Brien actúan de acuerdo a los designios del Partido, pero la diferencia entre ambos es el motivo por el que lo hacen: la una, porque es la manera en la cual le han enseñado que se debe vivir, el otro, porque no concibe otra forma de hacerlo. Y en el medio, Winston, el personaje escéptico que ha aprendido a comportarse como esperan de él pero que alberga dudas y frustración; una persona que no se conforma con el status quo, con aspiraciones y sueños, y quien desea una realidad distinta a la manipulación impuesta por el Partido.

No tan bueno. Es difícil destacar cosas de este libro que no sean tan buenas, y las que he identificado se refieren a la densidad de lo escrito. En primer lugar, la explicación de dos de los tres eslóganes del Partido que Winston lee en el “Libro” de la Hermandad son tan complejos e interesantes que podrían dar para una reseña individual. Además, se trata de una historia compleja, llena de matices que ilustran la realidad del mundo creado por Orwell, y donde los conflictos y situaciones de los personajes describen una forma de vida gris y limitada. Esto hace que la lectura sea en ocasiones pesada, reflexiva y requiera de pausas; definitivamente no es un libro para leer antes de dormir.

¿Lo recomendaría? Sin lugar a dudas. Es una lectura casi obligatoria para cualquier persona, especialmente para quienes viven (o creen hacerlo) en países gobernados por regímenes totalitarios, o para quienes creen saber de qué van esos sistemas. Este libro evoca la reflexión profunda sobre algunos sistemas políticos, sus intenciones ocultas y las implicaciones para la sociedad que los vive.

Valoración

«El poder no es un medio, sino un fin. Nadie instaura una dictadura para salvaguardar una revolución, sino que la revolución se hace para instaurar una dictadura.» George Orwell, 1984.

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