Libros impresos vs. libros electrónicos


En estos tiempos modernos, la tecnología ha supuesto para los amantes de la lectura un dilema nuevo: seguir leyendo en esos fantásticos y tradicionales libros impresos o decantarse por los libros electrónicos, con la comodidad y eficiencia de los lectores digitales. En esta publicación comparo los dos formatos de libros a través de seis (6) puntos, calificados por su relevancia según mi experiencia.


   Quiero hablar de uno de mis grandes amores de la vida: ¡los libros! Sé que mis anteriores publicaciones han sido más del tipo reflexivo, pero esta vez no me voy a ir por ese camino. Podría hablarles sobre la importancia de leer, lo grandioso que es imbuirse en una historia hasta que pierdes la noción del tiempo y el espacio, o cómo eso nos hace últimamente mejores para el mundo, mas corro el riesgo de hacerme pesada y aburrida, así que mejor no.

   Me iré por lo práctico, lo de la vida, lo que nos interesa respecto a este tema: el dilema entre los libros impresos – esos bonitos de papel, que huelen grandioso cuando son nuevos y que asustan si son muy gordos por el número de páginas que habrá que leer -  y los libros electrónicos - los que requieren un dispositivo o a una aplicación de móviles y tabletas para leerse - y cuál es mejor. Aunque, pensándolo bien, les dejo a ustedes la decisión, así se llevan algo de “reflexión” de esta publicación.

   Antes de hablarles sobre las ventajas / desventajas de cada uno, quisiera contarles lo que pensaba de estos formatos. Yo era la primera que detestaba los libros electrónicos (ebooks), para mí nada superaba la experiencia de uno impreso: la sensación al pasar las páginas, eso de marcar dónde habías quedado con un marcalibros (o con lo primero que tuvieras a mano y sirviera para tal fin), o cargar con su peso por donde fueras porque necesitabas continuar la lectura. Imaginaba a los lectores digitales como devoradores de libros, insaciables, que no vivían el proceso de selección de un libro porque sólo les interesaba acumular, algo así como cantidad sobre calidad.

   Sí, así de radical pensaba y era terrible. Hasta que cambié de país, me mudé varias veces dentro de la misma ciudad y no pude seguir cargando mis libros a donde iba por temas de espacio y peso. Decidí entonces probar eso de los ebooks, y aunque al principio fui muy reticente, debo admitir que me cautivaron.

   Como he vivido de forma directa ambas experiencias, quisiera contarles sobre seis diferencias, para mí determinantes, entre los libros impresos y los electrónicos, en orden creciente en función de su relevancia.

UNO.  El préstamo


Relevancia: baja 

   Yo nunca he sido del tipo de persona que presta sus libros. Si lo he hecho, es porque conozco y le tengo mucha confianza a la persona a quien se lo doy. Porque sí, está comprobado: el que presta un libro puede darlo por perdido. Y yo no soy la excepción, en mi casa aún tengo un libro esperando volver a su dueño (amigo a la distancia, ¡lo siento!). Claro, hay quienes les da exactamente igual si lo devuelven o no, y el estado en que se encuentra cuando lo hacen (en este mundo hay gente pa’ tó). Así que, con los libros impresos, eso de prestarlos es un riesgo que cada quien asume y donde las experiencias que hayan vivido influenciarán en su criterio.

   En el caso de los libros digitales, la figura de “préstamo” es prácticamente inexistente. Quienes han adquirido sus libros tienen la posibilidad de “cederlo” a sus amigos, compartiendo el archivo de alguna forma (por correo electrónico, empleado carpetas compartidas o como consideren conveniente). Por supuesto, los temas de propiedad intelectual, piratería y derechos de autor juegan aquí un papel fundamental que no entraré a discutir; cada quien sabe qué hacer y es responsable de sus decisiones. Entonces, en el caso de los libros electrónicos, esta característica es irrelevante, nadie sufrirá por no volver a leer su historia favorita pues la decisión será si compartir una copia del archivo o no, mientras el original estará resguardado de forma segura en su biblioteca digital.

DOS.  El cansancio visual


Relevancia: baja - media

   En este punto, la diferencia entre ambos formatos es bastante clara. El hecho de leer por muchas horas puede agotar la vista significativamente, y claro, cuando estás metido de lleno en una historia el tiempo pasa sin notarlo hasta que tu cuerpo te dice “para, necesitas un descanso”.

   El tiempo de lectura es más extenso cuando se trata de libros impresos porque los ojos transitan sobre una hoja de papel que carece de retroiluminación. Por supuesto, esto aplica siempre que exista una buena luz para leer y el brillo del sol no incida directamente en la hoja (vaya cosa más molesta eso del brillo del sol, es casi como ver su reflejo sobre un metal). A mí suele darme embotamiento mental antes que cansancio visual cuando leo un libro impreso, contrario al caso de los libros digitales, donde mis ojos parecen desgastarse más rápido de lo habitual y usualmente debo darles descanso o terminar con un terrible dolor de cabeza. Y, como es lógico, amigos míos, si los ojos no quieren funcionar (o no pueden), la historia no puede continuar. Todo esto podría solucionarse con los audiolibros, nueva tendencia que parece ser muy útil para quienes disfrutan de los libros pero no tienen el tiempo para sentarse a leerlos. Yo aún no los he probado, ya les contaré cuando lo haga.

TRES.  El peso y el espacio de almacenamiento


Relevancia: media

   Para los que gusta leer y releer, tener los libros impresos puede ser un gusto muy especial. Mostrarlos con orgullo en alguna repisa o biblioteca (yo sueño con una como cualquiera de estas), hacer de ese espacio nuestro refugio anti estrés, compartirla con quienes también disfrutan estos detalles…todo suena maravilloso. Sin embargo, la realidad es a veces distinta. En mi caso, vivo en un piso sumamente pequeño y no tengo espacio suficiente para almacenarlos como quisiera. De hecho, para mostrar mi pequeña colección tengo que abrir el armario donde están guardados junto con el resto de cosas propias de un hogar, porque no hay otro lugar en el que puedan estar. Intento además no comprar libros demasiado grandes porque el espacio que ocuparían podría terminar siendo un problema bastante “gordo” (nótese el juego de palabras) para mi pequeña casa. Estoy segura que esta limitante se repite en la vida de muchos de ustedes o conocen a alguien en esta situación. 

   Sí, es muy triste, pero ¡tiene solución!: los libros digitales. En un pequeño dispositivo (móvil, tableta o ereader) puedes tener una cantidad inimaginable de libros, supeditado por supuesto a la memoria de tu equipo, para leerlos las veces que te apetezcan. Incluso, puedes utilizar las nubes de almacenamiento para guardar allí todos tus volúmenes y liberar memoria en tu dispositivo. Así es como consigues la biblioteca gigante de tus sueños…en la palma de tu mano. Lo sé, no tiene el mismo encanto pero al menos puedes leer mucho, tantas veces como quieras. Tampoco importa si los libros son grandes como “Duma Key” de Stephen King o pequeños como “Pedro Páramo” de Juan Rulfo, todos caben en un pequeño (y ¿cómodo?) equipo electrónico.

CUATRO.  El traslado


Relevancia: media – alta

   Quiero hacer referencia a dos tipos de traslados: aquel que se hace cuando uno se mueve por la ciudad y aquel que implica un cambio de residencia. En el primer caso, llevamos el libro con nosotros para emplear el tiempo del trayecto de manera provechosa, continuando la historia que nos tiene atrapados. En el segundo caso, los libros forman parte de las miles que cajas (o maletas) que nos llevaremos. Por supuesto, en ambas situaciones los libros físicos pueden convertirse en un inconveniente, pues por su peso y volumen se convierten en cargas que no siempre son fáciles de llevar. Muchas veces, sobre todo cuando se trata de una mudanza, los libros terminan como un regalo espontáneo, en una venta precipitada, en el abandono (triste) o en la basura (¡fatal!). Lo cierto es que los libros no sólo tienen un componente emocional, sino también de inversión monetaria y de tiempo, lo cual les añade valor ante nuestros ojos. Separarnos de ellos siempre será la última y dolorosa opción.

   Los libros electrónicos, en cambio, pueden ser trasladados cómodamente. Sólo tienes que llevar el dispositivo contigo a donde sea que vayas y acceder a tus lecturas favoritas donde estés. Lo interesante es que ahora se puede leer en formato digital a través de muchos tipo de aparatos electrónicos y, por ende, el peso y volumen a soportar dependerá del "cacharrito" que se emplee. Cada quien elige y prefiere el que se adapta mejor a sus necesidades, pero si necesitan una recomendación la aplicación Kindle funciona de maravilla y es gratuita, ¡vaya felicidad!

CINCO.  El precio


Relevancia: alta

   Para los amantes de la lectura, el precio de los libros físicos en muchos casos es un dolor de cabeza. Y si nos referimos a los académicos, ¡mucho peor! Constantemente nos quejamos sobre el coste de los libros, y dependiendo de nuestra situación económica lo pensamos muy bien antes de hacer esa inversión (siempre, siempre lo consideramos una inversión). En mi caso, busco reseñas, aparte de la sinopsis del libro, para convencerme de que el libro cumplirá mis expectativas y evitar así la inversión de mi dinero en algo que podría ser un desastre. Además, suelo recurrir a las versiones “de bolsillo”, son más económicas y el contenido se ajusta muy bien a la versión natural del libro.

   Ahora, en la era de los libros digitales, el tema del precio es más variopinto. Puedes conseguir distintas versiones del mismo volumen con variaciones también en su precio. En general, suelen ser más económicos que su equivalente impreso. También existen plataformas electrónicas en las que se realizan pagos (mensuales, anuales) para poder disfrutar sin límite de los libros que ponen a nuestra disposición, así como otras aplicaciones de lectura con libros gratuitos completos (usualmente los clásicos de la literatura) o con algunos capítulos del libro para picarnos la curiosidad y terminar adquiriéndolo. Ni hablar de la piratería, que permite conseguir los libros completos gratis a través de numerosas páginas en internet. La utilización de este medio, una vez más lo digo, es cosa de cada persona y no entraré en ese tema, sólo lo he mencionado porque es una realidad. Lo interesante de los libros digitales es que solemos protestar más de sus precios que de los de su versión impresa porque pensamos cuánto se pudo haber invertido en su elaboración y “distribución” como para cobrarnos tanto dinero. No, no somos los únicos que no entendemos, parece que las editoriales tampoco, les dejo este artículo, aplicable en España, para que entiendan lo complejo del tema.

   En mi caso, el precio es un factor muy importante a la hora de adquirir un libro, pero tiendo a desembolsar con mayor facilidad mi dinero por un libro impreso que por uno digital, y sin lugar a dudas esto se debe al siguiente punto.

SEIS.  La experiencia de lectura


Relevancia: altísima (la más importante)

Foto obtenida en Pixabay
   ¿Qué es un libro? Para mí, un libro es la ventana hacia un mundo distinto, donde los personajes, los ambientes, las situaciones se van construyendo en la medida que materializas las palabras que lees. Por eso, la experiencia de lectura tiene que ser simplemente perfecta. No hay medias tintas. Si tu mente es incapaz de imaginar lo que está leyendo, si no puede continuar la línea de la historia con fluidez y si además no siente ningún interés por conocer el desenlace de la historia, entonces la lectura es terrible, o mejor dicho, inexistente.

   En el caso de los libros impresos, la experiencia de lectura es una sinergia de los sentidos y la mente. Tus ojos pasan por la portada y contraportada, por la biografía del autor (al menos yo la leo, es una forma de conocer quién me habla), así como por algunos detalles más “mundanos” como el tipo de letra, el espaciado o el color y material de las hojas. Aunque no seas plenamente consciente de ello, forma parte de la experiencia. Tus manos, al mismo tiempo, perciben las diferentes texturas del libro (por ejemplo, el relieve del título o el material particular de la cubierta), y en la medida que vas leyendo también son testigos de tu avance – lo que has leído y lo que te queda por leer – y van contando por ti. Tu cuerpo también está “leyendo”: los brazos pesan el libro y se ajustan en la medida que se cansan, tu espalda e incluso tus piernas hacen algo similar, y es que leer en una misma posición por muchas horas es agotador. Hasta tu rostro interactúa pero no lo notas porque estás tan concentrado en la lectura que reaccionas y gesticulas en sintonía con lo que está sucediendo en la historia (yo a veces hablo, jajaja). ¿Ah, que no me creen? Lean esta publicación y verán qué le sucede al cuerpo una vez que se comienza a leer.

   Ya sé, me dirán que todo eso puede hacerse con los libros digitales…pero no es cierto. Quizá la respuesta del cuerpo sea similar, pero no es precisamente igual. El tacto no juega un papel relevante en la experiencia, no importa cuánto empeño le pongan a la pantalla del Kindle para que asemeje al papel, sigue siendo distinto a pasar una página impresa. No tienes una idea real de la longitud de la historia ni de tu avance (no todos están acostumbrados a ver el número de la página o su porcentaje de avance), no puedes marcar la página donde quedaste fácil y cómodamente como con un libro impreso. En mi caso, con los libros digitales me cuesta más imbuirme en la historia y me pierdo con facilidad, no sé si es producto de la lucecilla blanca o de mi falta de costumbre. Además, el peso del dispositivo hace que me agote más rápido y por ende leo más lento. Para los lectores nocturnos, un libro digital incide negativamente en la calidad del sueño, y me ha sucedido que al terminar de leer antes de dormir quedo inquieta y me cuesta conciliar el sueño, cosa que nunca me ha pasado con un libro impreso.


   Muy bien, ya les he contado las diferencias que he apreciado entre ambos formatos de libros. Ahora, la decisión para usar uno u otro es de ustedes, pero me da curiosidad conocer ¿qué prefieren? ¿Creen que un formato de libro sea mejor que otro? Dejen sus comentarios e impresiones abajo, ¡me encantará leerles!


"Leer nos brinda amigos desconocidos". Honoré de Balzac.

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